lunes, 11 de enero de 2010

Breve análisis del panorama mexicano

Leyendo diversas notas del periódico, encontré cierta tendencia o patrón común preocupante, que a pesar de que no es ninguna novedad, no es atacada.

¿Por qué tienes un país donde hay narco, violencia –del narco y doméstica-, intolerancia religiosa, pobreza, falta de empleo digno, homofobia, abusos sexuales, embarazos no deseados, creencia en mitos y otros males? Para mí, la respuesta es muy fácil: La educación. Lo difícil es explicar, entender –y aún más, corregir- las aberraciones del sistema ‘educativo’

Por siglos las instituciones educativas han estado en manos de la Iglesia Católica. Evidentemente existen grandes y muy respetables universidades, y aún más respetables egresados de ellas, pero: ¿Y los demás? Por ‘educación en manos de la Iglesia Católica’ no sólo me refiero a los colegios o instituciones de instrucción básica, media superior; sino a todo espacio desde donde la Iglesia puede difundir su mensaje: Púlpitos, confesionarios, catecismos, quermeses, barriadas, revistas y periódicos… La lista es amplia, no sólo se circunscribe a las escuelas de monjas y curas.
Son propagadores de ciencias y valores, claro. Pero ¿A alguien se le ha ocurrido pensar que el ordenamiento de SUS escalas de valores, es decir, el orden de prioridades del cumplimiento moral, puede NO coincidir con las de un país que se presume democrático, y que aspira al desarrollo económico, social y cultural?
Como las negociaciones de paz en medio oriente, que se ven complicadas –más que ayudadas- por la religión, y estorbadas francamente por el fanatismo religioso; así al progreso le estorba la Iglesia Católica en su mayoría.
Supongamos que por cada ‘buena escuela católica’ existen dos parroquias en barrios pobres, y que por cada niño en una escuela particular y religiosa, existen otros 20 que van a escuelas públicas (supuestamente laicas, puedo agregar). Supongamos Que el niño de la escuela particular, dadas sus condiciones (como la no sobrepoblación de la escuela, el mayor acceso a alimentos de calidad, atención médica, etc) puede aprender mejor cualesquier de las cosas que le enseñen en la escuela de paga. Dicho de otro modo: Le enseñen matemáticas, química, historia, teología, el credo, las virtudes teologales o lo que sea, es más probable que las aprenda mejor que un niño de bajos recursos.
La Iglesia ha hecho (en el mayor número de casos, a mi parecer) un espléndido trabajo de contraproductividad específica: En su afán de ‘educar’ y difundir el catecismo, ha logrado crear brechas de ignorancia que ni ella misma parece poder controlar.
Ahora, comparémosla con la educación pública:
-Ambas tienen cobertura nacional. Me atrevería a decir que la Iglesia llega aún a donde la educación pública no lo hace. Generalmente a hacer obras de caridad, que deberían ser obligaciones del gobierno deficiente.
-Ambas tienen jerarquías definidas, con la suficiente disciplina. Podría decir que incluso existe más disciplina y obediencia en la Iglesia Católica que la que hay en un Estado dividido en tres niveles gubernamentales –federal, estatal y municipal-. Cabe esperar que sea logísticamente más organizada la Iglesia, pues tiene una distribución del poder centralista.
-En muchas ocasiones, a pesar de los esfuerzos, ninguno de los dos triunfa totalmente en su afán de controlar las ‘políticas internas’: Siempre hay corruptos, siempre hay quien habla de más y emite opiniones contrarias a las oficiales.
-La gente percibe la autoridad de ambas instituciones. Unas personas dan más peso a una que a otra en sus vidas, pero en general, ninguna desafía frontalmente a cualquiera de las dos.



En fin... ya me cansé un poco de pensar, tengo hambre y la tele me llama

2 comentarios:

Maik Civeira dijo...

La Iglesia Católica es la institución que más daño le ha hecho a este país. Hay muchísimos católicos y sacerdotes decentes que no meten con nadie, pero el problema de Iglesia es su poder y putrefacción como institución. Don Benito sí que sabía cómo tratar con esos granujas.

Cesar Vargas dijo...

Aprende a diferenciar la labor del clero secular y regular.

Sabino V.